Las pantallas llegaron a nuestro país a modo de televisores en el año 1956. Eran caros, pocos y apenas emitían programación unas cuantas horas al día. Desde entonces, han pasado 63 años y hemos vivido un boom tecnológico. Actualmente, la familia de pantallas en nuestra sociedad ha aumentado y ya no solo contamos con una televisión con programación 24 horas y con una gran variedad de canales, sino que se le suman los móviles, tablets y ordenadores. Esta rápida y continua evolución dificulta medir el impacto que éstas tienen en nuestra vida y, especialmente, en la vida de los más pequeños de la casa.
A día de hoy, sabemos que debemos hacer un uso responsable de las tecnologías y de los medios, pero ¿sabemos realmente por qué? Según recientes estudios, las pantallas pueden generar una dependencia debido a su propio diseño, es decir, se nos presentan infinidad de estímulos coloridos, música, movimientos rápidos, etc. Esto lo hace en si mismo un estímulo excitante que provoca en nuestro cerebro la segregación de dopamina, un neurotransmisor que, entre otros efectos, se relaciona con las sensaciones de placer y relajación. Esta sensación puede atrapar al niño al igual que a un adulto, pero en el caso de los más pequeños sus cerebros están en desarrollo, por lo que el impacto se traduciría en una huella neuronal permanente.
En cuanto a la repercusión que puede aparecer por el uso de las pantallas, sobre todo el indebido, encontramos:
- Baja tolerancia a la frustración.
- Impulsividad.
- Baja regulación emocional.
- Problemas de sueño.
- Baja concentración.
- Disminución de su vocabulario.
- Sedentarismo y, por lo tanto, posible sobrepeso.
Según los últimos estudios, hay pequeñas diferencias entre la Asociación Española de Pediatras (AEP) y la Americana (AAP). Sin embargo, ambas coinciden en desaconsejarlo a los menores de 18 meses, debido a que se encuentran en una etapa en donde necesitan decodificar y dar significado a los estímulos que reciben mediante las interacciones con adultos. Asimismo, necesitan explorar el mundo sensorial que les rodea y el uso de las pantallas se lo niegan. A partir de los 18 meses y hasta los 24, los contenidos deben de ser cuidosamente seleccionados y no pasar de los 15 minutos diarios.
Respecto a los menores de entre 2 a 5 años la AEP recomienda no más de una hora al día y la Asociación Americana añade que debe de ser un contenido adecuado para el menor y estar acompañados de los padres. Así, estos les explican que está ocurriendo y les ayudan a ponerle nombre al mundo que les rodea. Por último, a partir de los 6 años es posible estar más de una hora, pero siempre en equilibrio con otras actividades que impliquen socialización y ejercicio. Además, hablan de que es importante diseñar momentos a lo largo del día donde no se usen las pantallas como durante la comida o lugares free-screen como el baño.
Sin embargo, debemos ser nosotros, los adultos, los primeros que demos ejemplo a nuestros hijos. Las pantallas no son una niñera gratuita ni un sistema para que nuestro hijo tenga un buen comportamiento. El futuro de su bienestar depende del buen uso que haga de las pantallas.
Algunos niños pueden necesitar la ayuda de un terapeuta especializado en psicología infantil y/o familiar para quitarles la adicción al móvil o a la televisión y, sobre todo, para recuperar otros valores de entretenimiento, para mejorar su forma de relacionarse con otras personas y de respeto a sus padres. En estos casos, la intervención debe de estar orientada tanto para los menores como para las familias.